“Un juicio plagado de vicios y con imputados que, muchos de ellos, no sabían leer ni escribir. Así fue el juicio de la llamada ‘casa del horror’”. De esta manera se refirió al caso que salió a la luz en José C. Paz en 2007 la abogada del único acusado absuelto -hay una decena con condena- que tuvo la causa que se inició por la denuncia de una nena. De acuerdo al testimonio de la víctima, tanto ella como sus cuatro hermanitos habían sido abusados sexualmente durante años por sus familiares, que además los “entregaban” a vecinos por dinero o los hacían desnudarse enfrente de todos como una prenda de un juego de cartas.

Si una certeza hubo alrededor de tanto espanto es que se trató de un caso complejo. Los cinco hermanos, tres varones y dos nenas, de entre 4 y 14 años, literalmente habían atravesado un infierno. “Los vendían al mejor postor”, dijeron en aquel momento los investigadores sobre el matrimonio, por el que, paradójicamente, buena parte del barrio donde vivían salió a la calle para clamar su inocencia.

“Esas personas que se manifestaron a favor de ellos fueron vilmente imputadas”, señaló la abogada Mónica Chirivín en el libro donde, entre otros, repasa este caso. Su cliente, el empresario Daniel Russo, fue “víctima” de esa suerte de spin-off de la trama original de abusos. Según dijo, el único “delito” del hombre fue ser vecino.

Alguien escribió una película terrorífica para meter gente presa y tapar otras cosas”, dijo Russo, que resultó absuelto por unanimidad en el debate que juzgó su participación en el hecho. Y subrayó: “Fue una causa armada de muy mal gusto”.

EL TRAUMA, COMO UNA “GUERRA”

Hace 15 años “Bianca”, el nombre de fantasía con el que se la identificó entonces, logró escapar por fin de la casa donde vivía encerrada con cuatro de sus once hermanos y acusó a sus papás, tíos, tías y a uno de sus cuñados por abuso sexual. “Me violaban y apostaban para ver quién seguía”, declaró. Ya era una adolescente, pero cuando empezaron a someterla tenía seis años.

En esa denuncia se basó la primera parte de la investigación que terminó en mayo de 2010, en un juicio en el que condenaron con penas de hasta 42 años a los nueve familiares señalados por la menor, entre ellos su papá y su mamá. “El trauma que sufrió esta chica es similar al que padecen aquellos que pasaron por una guerra o un terremoto”, argumentaron los jueces en el fallo.

Dos años después de aquella sentencia, la DDI de San Martín hizo otras ocho detenciones vinculadas al caso, pero por los abusos contra los hermanos más chicos de la denunciante, que cuando se destapó todo tenían entre 2 y 11 años. Entre los nuevos acusados había otros cinco familiares de las víctimas, un policía que vivía al lado de ellos y tenía una licencia psiquiátrica, y el empresario Russo, el único que salió absuelto.

“DE UN DÍA PARA EL OTRO ME ENCONTRÉ INVOLUCRADO”

Pasó más de una década, pero Russo tampoco puede olvidar la locura sin sentido que vivió.” Yo nunca los vi a esos chicos, no los conocía de la puerta para adentro”, señaló Russo, que apenas los identificaba de vista, como vecinos, pero que era totalmente ajeno a lo que ocurría en esa casa. Y resaltó: “De un día para el otro me encontré involucrado en la causa”.

“Cuando vi las cámaras Gesell me di cuenta de que la justicia no existía”, dijo. En el mismo sentido, se expresó su abogada, Mónica Chirivín, que ahora defiende a Martín del Río acusado de matar a sus padres en Vicente López: “Increíble, pero real, utilizaron hermanitos, niños que fueron abusados; en el medio de la promiscuidad, de la pobreza, de la ignorancia, pero detrás estaba un psicópata sexual”.

El juicio duró poco más de un mes. En ese tiempo, apuntó Russo, tuvo “muchos pedidos de plata” para desvincularlo de la causa, que oportunamente denunció en la Procuración General y en la Gobernación. No accedió a “comprar” su libertad, pero pudo demostrar en el debate que nada había tenido que ver. “Fui víctima de la inseguridad judicial”, enfatizó.

Finalmente, los tres jueces que integraban el tribunal lo absolvieron y Russo fue volviendo de a poco a la rutina, pero todavía quiere saber toda la verdad de lo que pasó. “Hay gente que murió en la cárcel”, dijo. Puntualmente, se refiere al padre de las víctimas, a un tío y al policía vecino, que murió a los dos días de la sentencia.

DESPUÉS DEL HORROR

Algunos de los chicos dejaron de ir al colegio y también abandonaron los tratamientos psicológicos. Vivían casi bajo la tutela de una hermana mayor de ellos, en una casa ubicada en la misma manzana de la que ocupaban antes, donde ocurrieron los abusos.

Un episodio confuso vivió el titular del Centro de Atención a la Víctima de la Provincia de Buenos Aires, Alberto Palacio, durante una visita de seguimiento que hizo en la casa después de que se conociera la sentencia.

En diálogo con 24CON, una vecina, Petrona Liliana Godoy, contó que había escuchado gritos desesperados y cuando salió a la calle para ver qué ocurría se encontró con el funcionario. “Gritaba como loco, que no quería morir, que lo dejen ir”, dijo la mujer, y añadió: “Me pidió que lo socorriera porque lo iban a matar”.

Según publicó ese medio entonces, una serie de supuestas promesas incumplidas que había hecho Palacio derivó en una paliza cuando se presentó aquel día al mediodía en el domicilio de José C. Paz.

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