El Gobierno recibió un salvavidas inesperado tras su dura derrota electoral en Buenos Aires: el FMI ratificó públicamente su apoyo al plan económico de Javier Milei. A pesar del temblor político, Caputo habló personalmente con Kristalina Georgieva, que respaldó los avances en el acuerdo y el programa.
Después de la paliza electoral en la provincia, donde Fuerza Patria dejó en evidencia grietas y pérdida de votos, todo parecía indicar una ola de fragmentación. Pero en lugar de claudicar, el oficialismo insistió: “nada va a cambiar”, afirmaron Milei y Caputo.
El diálogo entre Caputo y Georgieva no fue un gesto protocolar: fue el intento de sellar una tregua con los mercados, con los acreedores y con un FMI que monitorea cada paso.
Julie Kozack, portavoz del Fondo, salió a declarar que el organismo está “estrechamente comprometido” con las autoridades argentinas mientras se implementa el programa pactado.
Justo después de la derrota bonaerense, los mercados respiraron un poco: las señales del FMI funcionaron como almohada alcista para calmar las velas de la incertidumbre. Pero no es sólo tranquilizar inversores: es reafirmar que las reglas del juego siguen siendo las mismas: equilibrio fiscal, reglas monetarias estrictas, bandas cambiarias firmes, desregulación.
El respaldo externo le da aire político al Gobierno, pero no sanea heridas. El riesgo latente es que cada nueva derrota electoral se traduzca en una fuga de confianza mayor, tanto doméstica como internacional.