La bomba explotó tras la derrota libertaria en Buenos Aires: los gobernadores de Provincias Unidas acusaron al Gobierno de falta de gestión y exigieron un cambio de rumbo. Con frases filosas, reclamaron humildad, federalismo y soluciones concretas.
El temblor llegó desde el interior productivo. Córdoba, Santa Fe y Chubut se unieron en una voz común para desafiar a la Casa Rosada.
“Sin gestión, no hay futuro”, dispararon Martín Llaryora, Maximiliano Pullaro e Ignacio Torres, en un comunicado que sonó más a ultimátum que a reflexión.
No fue un comentario al pasar.
Fue un misil político.
Llaryora marcó la cancha: “Los argentinos queremos crecer y desarrollarnos con seguridad y en paz. Con discursos de confrontación y división no se resuelven los problemas”. El tiro fue directo al corazón del estilo Milei: confrontación permanente.
Pullaro, por su parte, encendió otra mecha: “La gente no quiere más gritos, quiere hechos”. Traducido: la paciencia social se agota, las familias no llegan a fin de mes y el griterío libertario ya no alcanza para tapar el vacío de gestión.
Torres eligió el tono federalista, pero no menos punzante: “Hace falta más humildad para escuchar al interior que produce. Basta de peleas e insultos”. La palabra “humildad” sonó como un látigo en los pasillos del poder.
El mensaje fue sincronizado, quirúrgico, casi en cadena nacional. Una rebelión discursiva que apunta a convertirse en bloque político.
El Gobierno recibió el golpe en silencio. Pero el eco ya resuena: los aliados que Milei cortejaba empiezan a mostrarse como opositores en construcción.
La guerra entre la Casa Rosada y el interior acaba de declararse.
La pregunta es inevitable: ¿hasta dónde llegará esta rebelión federal contra el poder libertario?