En la madrugada de Ezeiza, diez argentinos llegaron marcados por el exilio forzado: deportados por el gobierno de Donald Trump, pese a tener vida armada, permisos o familias en EE.UU. Gritos, lágrimas y rejas metálicas marcaron el reencuentro: “No somos criminales”, repiten quienes fueron arrancados de su hogar sin aviso.
La historia parece sacada de una película que nadie pidió ver. Un hombre detenido inesperadamente durante un trámite, una mujer con visa vencida, sueños truncados y arraigos ignorados. Familias enteras despedazadas por una política migratoria que pinta de delito lo que para muchos es solo humanidad.
Uno de los deportados, Maximiliano García, cuenta que vivía legalmente desde 2001, trabajaba, tenía permiso hasta 2030 y un trámite familiar en curso. A pesar de eso, lo detuvieron cuando fue a hacer gestiones migratorias, sin haber sido notificado nunca de una orden de deportación de 2015.
“Para ellos somos criminales”, dijo García. “Están partiendo familias a la mitad”.
Otro, Mario Robles, de 25 años, denunció que fue detenido cerca de San Antonio, Texas, cuando se dirigía a San Antonio tras haber cruzado de México. Lo expulsan, lo separan de su mujer e hijo que vivían fuera de EE.UU., y le imponen una prohibición de reingreso por cinco años.
La llegada al aeropuerto: escenas desgarradoras. Personas esperaban con la incertidumbre clavada; madres, esposas, hijos. Corrieron de un sector a otro. Quien tenía alguien afuera lo buscaba entre la multitud. Cuando finalmente aparecían, con bolsas blancas que contenían lo poco que les quedó tras el viaje, las lágrimas fueron inevitables.
Luciana Lorena Lopresti pasó tres meses detenida por una acusación de agresión. Su madre denuncia que contaba con toda la documentación necesaria para estar legal, pero igual fue privada de libertad.
“Este gobierno actual… es como una página negra dentro de la historia de Estados Unidos”, dijo uno de los deportados. El contraste no podría ser más brutal: el “sueño americano” convertido en pesadilla migratoria.
En esta saga dolorosa no hay héroes claros ni villanos complejos: hay quienes reclaman seres humanos, derechos, dignidad. Hay quienes aplican leyes que parecen olvidar la vida detrás del papel.
¿Dónde queda la justicia cuando el trámite de inmigración vale más que los lazos de sangre? ¿Hasta cuándo seguirán partiendo familias que sólo querían sentirse en casa?