Lionel Messi se despidió de la Selección en suelo argentino con un doblete y una ovación interminable, pero dejó una sombra de duda sobre su futuro. En el Monumental, el 10 fue héroe y verdugo de las emociones: goleó, lloró y lanzó la frase que paralizó a millones.
“No sé si voy a llegar al Mundial 2026”, confesó.
Fue una fiesta y un velorio a la vez.
El Monumental vibró como nunca: 80 mil almas cantando su nombre, Messi entrando de la mano de sus hijos, la camiseta celeste y blanca convertida en bandera de despedida. Cada toque suyo fue un grito, cada gol un estallido. Hasta que el silencio se apoderó del estadio.
La tercera conquista, la del hat-trick soñado, fue anulada por offside. Un símbolo cruel: la gloria máxima quedó a centímetros.
Y entonces habló.
Con el micrófono en la mano, Messi dejó claro que su tiempo corre distinto: “Voy día a día, ya no pienso en más allá. No sé qué pasará”. La frase sonó como un disparo al corazón de la Argentina futbolera.
No fue un adiós. Fue un aviso.
No fue una celebración. Fue un recordatorio de que el final está más cerca que nunca.
Scaloni, testigo privilegiado, intentó bajarle dramatismo: “Si un día se retira, merece un partido de despedida”. Pero nadie escuchaba. Todos pensaban en lo mismo: ¿habrá Mundial con Messi o será el principio del después?
La Selección ganó 3 a 0 a Venezuela, con goles de Lautaro y del capitán que ya es leyenda eterna. Pero el resultado fue apenas una anécdota. La verdadera noticia fue la herida que abrió su duda.
Porque Messi no solo jugó. También nos puso frente al espejo.
La pregunta retumba en cada rincón del país: ¿podemos imaginar una Copa del Mundo sin Messi o sería, directamente, el fin de una era irrepetible?