El escándalo estalló en los pasillos del poder: Alejandro Melik, jefe de la Oficina Anticorrupción, rechazó la citación del Congreso y obligó a que le dejaran el papel pegado en la puerta de su despacho. La escena, digna de una serie política, sacudió a la Casa Rosada y encendió la interna por el caso Libra.
No fue un error administrativo. Fue un desafío abierto.
La comisión investigadora esperaba su testimonio clave este martes a las 16 en Diputados. Pero en vez de colaborar, Melik optó por cerrar la puerta. El funcionario encargado de notificarlo terminó dejando la citación en la entrada, como si se tratara de un desalojo judicial.
El contraste no podría ser mayor: el hombre designado para combatir la corrupción se esconde ahora de una investigación legislativa.
Los diputados opositores hablan de “un bochorno institucional” y advierten que, si persiste la rebeldía, pedirán que la Justicia actúe con fuerza pública. “No vamos a permitir que nadie escape de dar explicaciones”, lanzó uno de los miembros de la comisión.
En paralelo, el caso Libra avanza como una sombra peligrosa sobre el oficialismo. La moneda digital que fue promocionada por el entorno libertario y terminó en un derrumbe escandaloso ahora amenaza con arrastrar a funcionarios clave.
El kirchnerismo y los bloques dialoguistas encontraron en este episodio la foto perfecta para cuestionar a Milei: un funcionario que debería dar el ejemplo, transformado en símbolo de la resistencia a la transparencia.
La pulseada recién empieza.
Y en esta guerra política, una pregunta retumba en el Congreso: ¿quién teme más a declarar, el funcionario o el Presidente que lo protege?