El Presidente no dudó: vetará la ley de financiamiento universitario y la de emergencia pediátrica. Mientras convoca a los gobernadores a una “mesa de diálogo”, blande el hacha del ajuste y deja en pie de guerra a estudiantes, docentes y la oposición. La promesa de consenso choca de frente contra el muro del déficit cero.
La escena es de alto voltaje.
La Casa Rosada abre la puerta al diálogo, pero con la otra mano firma el veto.
El mensaje es claro: no habrá concesiones que impliquen “costo fiscal”. Ni universidades, ni pediatría, ni provincias. Nada que rompa el dogma del equilibrio.
“Lo vetamos porque no se negocia el déficit cero”, repiten en Balcarce 50.
El Congreso había aprobado dos leyes con amplio respaldo opositor: la que garantiza fondos a las universidades y la que declara la emergencia pediátrica. Pero Milei eligió dinamitar ambas en nombre de la austeridad.
No fue un simple veto.
Fue una declaración de guerra.
Las reacciones ya hierven. Rectores, docentes y estudiantes preparan movilizaciones. La oposición estudia insistir en el recinto para anular el veto presidencial, aunque sabe que necesita mayorías difíciles de alcanzar.
En paralelo, los gobernadores miran con desconfianza. El próximo objetivo es la ley de Aportes del Tesoro Nacional (ATN), una caja vital para las provincias. Si Milei repite la fórmula del veto, la tensión con los mandatarios se convertirá en un incendio federal.
La contradicción es brutal: el Gobierno se sienta en la “Mesa de Diálogo Federal”, pero le niega a la otra parte las armas para negociar. Promete consenso mientras prepara la guillotina.
La guerra política ya no se libra sólo en el Congreso. Ahora avanza hacia las calles, hacia las universidades, hacia los hospitales.
El presidente eligió el campo de batalla.
La pregunta es inevitable: ¿cuánto tiempo más resistirá la paz social antes de estallar?