El jefe de Gabinete rompió el silencio y reconoció lo que Milei no quiere escuchar: el Gobierno perdió el pulso con la calle. “Los resultados macroeconómicos no llegan al metro cuadrado de la gente”, confesó, tras la paliza electoral en Provincia. El oficialismo se reacomoda en la cornisa.
No fue una elección. Fue una advertencia.
La derrota en Buenos Aires golpeó como un mazazo en el corazón libertario y obligó a Guillermo Francos a poner en palabras lo que muchos murmuran en la Rosada: el proyecto de Javier Milei se está alejando del pueblo.
“Puede que hayamos transmitido soberbia”, admitió el ministro, en un gesto inusual de autocrítica. Las urnas le devolvieron al Gobierno un espejo incómodo: la economía crece en los números grandes, pero la heladera de los argentinos sigue vacía.
El contraste es brutal. Éxitos en la macro. Hambre en la micro.
Francos anunció que habrá una reunión urgente de gabinete para revisar la estrategia. Pero dejó claro que el rumbo económico no cambiará: equilibrio fiscal o nada. Un dogma que, en la calle, empieza a transformarse en una condena.
“Todos somos responsables de la derrota. Nadie sale limpio”, lanzó.
La frase sonó más a sentencia que a autocrítica.
Mientras la oposición celebra y Kicillof se fortalece en territorio bonaerense, el oficialismo se encierra a revisar errores. Pero el reloj corre: octubre está a la vuelta de la esquina.
La batalla recién comienza.
¿Será la soberbia libertaria el talón de Aquiles que detone su propio proyecto?