La política formoseña estalló en furia: Gabriela Neme acusó al oficialismo de perpetrar un “atropello institucional” tras la reforma constitucional que, aunque elimina la reelección indefinida, le abre la puerta a Gildo Insfrán para seguir en el poder. La oposición habla de trampa, de traición y de un nuevo golpe a la democracia.
No fue una reforma.
Fue un blindaje.
El miércoles, la Convención Constituyente provincial votó el fin de la reelección indefinida. Un gesto que parecía histórico. Un corte al régimen que llevaba más de tres décadas.
Pero la ilusión duró segundos.
En el mismo paquete, el oficialismo incluyó una cláusula transitoria que resetea el contador de mandatos. En los papeles, Insfrán puede volver a ser candidato en 2027 y extender su hegemonía hasta 2031.
“Es un atropello institucional”, explotó Neme en redes sociales. La dirigente opositora no dudó en calificar la jugada como una burla al fallo de la Corte Suprema, que meses atrás había enterrado la reelección indefinida por violar el sistema republicano.
La escena parece de película: se anuncia el final de una era, pero el protagonista sigue en el centro de la trama. Un truco de guion. Una estafa política.
Mientras el oficialismo celebra, la oposición prepara batalla. Hablan de judicializar el caso, de denunciar una “traición” al pueblo, de exponer cómo el poder se recicla a sí mismo en nombre de la democracia.
La pregunta resuena como un disparo en el silencio formoseño:
¿Se puede llamar cambio a lo que termina garantizando que todo siga igual?