La conductora vivió su peor pesadilla a la distancia: ladrones ingresaron a su casa mientras estaba en España y se llevaron dinero, joyas y un celular con recuerdos íntimos de su hija Blanca. El robo sacudió la zona más custodiada de la Ciudad y expuso las grietas de la seguridad porteña.
No fue un robo común. Fue un asalto con mensaje.
Un golpe quirúrgico en el corazón de Barrio Parque, el barrio de embajadas, garitas y patrulleros permanentes.
Los delincuentes esperaron el momento justo: Pampita estaba en Europa, la casa vacía, la alarma apagada. Entraron como si conocieran cada rincón. Salieron con plata, objetos de valor… y un tesoro irremplazable: un celular con fotos y videos de su hija Blanca.
“Eso es lo que más me duele, no lo voy a recuperar jamás”, confesó la modelo, devastada.
El dato que enciende las alarmas: la zona es de las más vigiladas de Buenos Aires. A metros de la residencia viven diplomáticos y empresarios. Pero nada impidió el saqueo. Ni cámaras, ni custodia privada, ni presencia policial.
Un misterio rodea el caso. La alarma no sonó. El medidor de luz apareció manipulado. ¿Corte intencional? ¿Complicidad interna? Las preguntas flotan en el aire.
El robo expone una verdad incómoda: si en Barrio Parque se puede entrar sin resistencia, ¿qué queda para el resto de la Ciudad?
El escándalo ya es político. Desde la oposición acusan al Gobierno porteño de “fracaso en la seguridad premium” y advierten que “si ni Pampita está a salvo, nadie lo está”.
La postal es brutal: una de las mujeres más famosas del país, despojada en su propia fortaleza, clamando por recuerdos que no tienen precio.
El golpe no solo fue a su casa. Fue a la ilusión de vivir en un barrio blindado.
La pregunta arde: ¿qué seguridad le queda a la Ciudad cuando hasta las mansiones de Barrio Parque caen sin resistencia?