Insólito acto de crueldad: un joven robó dos gansos de los Lagos de Palermo, los trasladó a su casa y los hizo nadar en una pileta con agua clorada. El video del abuso provocó rechazo masivo en redes.
Robó. Arrancó de su hábitat natural a dos gansos que pacían plácidos en los Lagos de Palermo.
Los cebó con migas de pan, los tomó del cuello, los metió en un auto.
Ya en su casa, los soltó en su pileta. Agua tratada con cloro. Una jaula sin jaula, una piscina sin naturaleza.
El joven fue filmado por un amigo. No fue un hecho accidental. Fue premeditado. El video lo prueba: desde la orilla, con migas, con cálculo. Como si fuera un juego.
Los gansos se agitan en el agua. Están fuera de lugar. Los químicos les lastiman las patas. El olor a cloro se vuelve tóxico.
Maltrato animal. Hurto. Violación de códigos que muchos creían básicos: respeto, empatía, convivencia urbana.
La indignación explotó en redes. Opiniones que piden que el responsable pague. Que se haga justicia. Que exista sanción ejemplar.
Porque si estos actos quedan impunes, se normaliza lo que no debería normalizarse.
¿Dónde termina el abuso cuando el “entretenimiento” justifica robar vida?