Las pantallas de Nueva York se tiñeron de rojo: los papeles argentinos se desploman hasta un 4,6% y el riesgo país vuelve a escalar. Mientras tanto, el dólar mete presión en todos sus frentes y el Gobierno corre detrás de la tormenta con intervenciones desesperadas.
No fue un simple tropiezo. Fue un derrumbe sincronizado.
Los ADR de Mercado Libre, BBVA, Tenaris, Edenor y Cresud encabezan la sangría en Wall Street. En Buenos Aires, el S&P Merval intenta resistir, pero cae en dólares. El golpe es directo al corazón de los inversores.
El enemigo tiene nombre: la incertidumbre política y cambiaria.
Las elecciones en Buenos Aires funcionan como un campo minado. Cada encuesta, cada movimiento de campaña, se traduce en ventas masivas y en un refugio frenético en dólares.
El Gobierno, acorralado, lanzó un contraataque: intervención cambiaria para frenar la corrida. El dólar oficial llegó a rozar los $1385 y retrocedió apenas con la inyección de divisas. “No hay margen para más improvisación”, advierten en la City.
Pero el mercado no perdona.
Los dólares financieros siguen escalando, el riesgo país supera los 890 puntos y los inversores miran con lupa la capacidad del Tesoro para sostener la pulseada.
El contraste es brutal: promesas de estabilidad contra una realidad de derrumbe.
Optimismo oficial contra la desconfianza de Wall Street.
La película ya tiene villanos claros: la volatilidad global, la dolarización local y la política en modo bomba de tiempo.
La pregunta que retumba en cada despacho es una sola:
¿Podrá el Gobierno evitar que la crisis cambiaria se convierta en la estafa final de su credibilidad?