La política de Formosa quedó sacudida por una trama digna de serie policial. Un concejal electo de la localidad de Ibarreta fue baleado y lucha por su vida. Horas después, el atacante fue hallado muerto, con un disparo en la cabeza. Lo que parecía un ataque aislado se transformó en un escándalo que mezcla violencia, poder y misterio.
El sábado a la noche, la tranquilidad de Ibarreta estalló en sangre. El concejal electo —que debía asumir en diciembre— fue interceptado y baleado a quemarropa. El ataque fue brutal, calculado, con un solo mensaje: silenciar.
Mientras la víctima sigue grave en terapia intensiva, la historia dio un giro cinematográfico. El supuesto agresor, identificado por testigos, apareció sin vida en las afueras del pueblo. Un disparo en la sien cerró la escena.
¿Suicidio? ¿Ejecución? La duda quedó flotando en el aire.
El crimen político dejó a Ibarreta en shock. Las calles se llenaron de versiones: ajuste de cuentas, traiciones partidarias, mensajes mafiosos. Nadie sabe con certeza qué detonó semejante violencia, pero todos coinciden en lo mismo: ya nada será igual.
“Esto no es un hecho común, es un atentado a la democracia local”, deslizó un dirigente de la zona, con el temor de que la violencia se multiplique.
La imagen es brutal: un concejal peleando por su vida, su atacante muerto a las pocas horas. Una historia circular, cerrada a balazos.
La política en Formosa acaba de entrar en un terreno oscuro.
La pregunta inevitable: ¿fue justicia por mano propia o un pacto de silencio que se selló con sangre?