En una austera ceremonia que se extendió por media hora, en la que se mostró un fuerte protagonismo del emir Tamim bin Hamad Al Thani, el país anfitrión inauguró la 22da Copa del Mundo de la FIFA. 

Qatar dejó formalmente inaugurada este domingo la Copa Mundial 2022 de la FIFA con una ceremonia austera, marcada por los conceptos de memoria, respeto e inclusión en el imponente estadio Al Bayt de la localidad de Al-Khor, lindante con la capital Doha.

El acto, de estricta media hora de duración, mostró un fuerte protagonismo del emir Tamim bin Hamad Al Thani, quien compartió el palco de honor junto al presidente de la FIFA, el suizo Gianni Infantino.

La máxima autoridad del emirato habilitó al comienzo de la ceremonia con un saludo por las pantallas gigantes y dio paso al cierre con fuegos artificiales tras un discurso de bienvenida que despertó el saludo de un público, de predominio musulmán.

La fiesta comenzó con la actuación del estadounidense Morgan Freeman, ganador de un premio Oscar en 2005, junto con el influencer local Ghanim Al Muftah, víctima del síndrome de regresión caudal, a quien le faltan sus extremidades inferiores.

La narración se trató de un llamado de unidad a todas las personas del mundo y una invitación a superar todas las diferencias con humanidad, lo que se interpretó como una respuesta local a las resistencias de Occidente sobre diversos aspectos de la cultura qatarí.

En el corazón del campo de juego se representó un puente para simbolizar ese acercamiento pretendido, que más tarde refrendó Infantino con otro mensaje previo al inicio del partido entre el seleccionado local y Ecuador.

Pasado y presente; tradición y modernidad; costumbres locales y globales marcaron un contraste celebrado por la organización como la riqueza propia de las nacionalidades y las etnias.

Bajo dirección musical de Red One y Katara Studios, y el diseño escenográfico del alemán Florian Weider, la apertura de la Copa del Mundo continuó con un homenaje a todos los países participantes de la primera edición en Medio Oriente.

«Vamos, vamos Argentina», se escuchó por los parlantes del Al Bayt cuando ingresaron los voluntarios debajo de los trajes que representaban las camisetas gigantes de cada país.

En el mismo pasaje, ingresaron las mascotas de los Mundiales posteriores a 1962: Willie (Inglaterra ’66), Tip & Tap (Alemania ’74), Gauchito (Argentina ’78), Naranjito (España ’82), Ciao (Italia ’90), Striker (Estados Unidos ’94), Footix (Francia ’98), Kaz and Nik (Corea-Japón 2002), Goleo (Alemania 2006), Zakumi (Sudáfrica 2010), Fuleco (Brasil 2014) y Zabivaka (Rusia 2018).

En ausencia de los artistas de la colombiana Shakira y otros artistas internacionales, presuntamente por la negativa se sumarse a la fiesta de Qatar, el único representante mundial resultó el popular cantante surcoreano Jung Kook, quien precedió al local Fahad Al Kubaisi.

La ceremonia se desarrolló con espacio vacíos en las tribunas del estadio por las dificultades logísticas y los demorados accesos. Los 35 kilómetros con sentido norte que separan al centro de Doha con la localidad del Al-Khor, tomaron más de 90 minutos en cubrirse y luego otro tanto para ingresar en medio de una caótica organización.

El acceso a los estadios fue un tema de preocupación para la FIFA en los días previos al inicio del Mundial, lo que motivó las recomendaciones de programar las salidas con tiempo.

El imponente estadio Al-Bayt, que recrea una tienda beduina en medio de la zona despoblada y árida, presentaba kilómetros de congestión de tránsito en las autopistas circundantes.

De los ocho escenarios de la Copa del Mundo, Al Bayt es el segundo de mayor capacidad (60.000 personas) y el único que no está conectado con la red de metro, de uso gratuito para todos los titulares de la tarjeta Hayya.

Esa particularidad forzó a que todos los concurrentes lleguen por la misma autovía, con las importantes demoras y el apuro por entrar a la cancha le restó color a la previa en las inmediaciones.

Dentro de ella, la animación estuvo a cargo de los 2.000 ecuatorianos ubicados en una de las cabeceras y del grupo organizado de qataríes que, percusión mediante, le puso un ambiente ruidoso al juego inaugural.

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